Pez piedra la lleva a convertirse en empresaria
Por: Mylka Miriel Ortiz Colón & Paola Vicente Vega
Ruth Sepulveda siempre había acariciado la idea de convertirse empresaria; abrir un negocio de confección de postres. Pero con su hijo aun pequeño, dejar un trabajo estable par perseguir su sueño era un riesgo que no estaba dispuesta a afrontar.
De hecho, si alguien le hubiera augurado la serie de eventos que estaban a punto de desencadenarse, que la podrían de camino a cumplir su meta, sin duda, no lo hubiera creído.
Luego de haberse mejorado del chikungunya, Ruth Sepulveda decidió dar un paseo con su familia para celebrar su mejoría. Fueron a una poza en la Cueva del Indio en Arecibo. Una vez allí, decidió no adentrarse en el agua y recostarse en la orilla. Lo que no imaginaba, era que la acompañaba un pez piedra, considerada una de las criaturas más venenosas del océano.
Un breve contacto bastó para que el pez se defendiera y le enterrara una de sus espinas. “ La pierna se me adormeció, no sentía nada, y después, como a los dos minutos, empezó un dolor bien fuerte… luego me empezaron unas fiebres bien altas”, relató Sepúlveda.

Según la empresaria, estuvo “prácticamente 20 días sin pegar un ojo, porque el veneno afecto mi sistema nervioso”. Pero, como si la situación del veneno no fuera suficiente, a través de la herida, adquirió la bacteria “vibrio vulnificus”, que cuando se ingiere, pueden causar diarrea y, en algunos casos, venir acompañada de cólicos abdominales, náuseas, vómitos, fiebre y escalofríos. En el caso de que se obtenga por causa de una herida abierta, la bacteria puede causar infección de la piel.
Su cuerpo tardo alrededor de cinco meses en eliminar la bacteria, ya que los doctores no encontraban la causa para sus síntomas.
Mientras los doctores daban con el diagnóstico, Ruth decidió regresar a su trabajo como manicurista. “Yo iba al salón, pero me tenía que ir, me sentía mal, me dolía la pierna, tenía fiebre”, recordó. Su doctor le recomendó no regresar al salón de belleza, ya que, debido a los daños que causaron a su sistema inmunológico el veneno del pez piedra y la bacteria, corría el riesgo de empeorar su estado de salud.
“Yo no tenía defensas. Cualquier catarro; persona que viniera al salón con alguna infección… yo lo iba a recoger y eso iba a seguir quebrantando mi salud”, explicó Sepúlveda.
“Ahí fue donde toqué fondo”, aseguró. Luego de casi veinte años como manicurista, ¿cómo iba ahora a sacar a su familia adelante, si no podía regresar al trabajo que la sustentó por tantos años.
La única cosa que sabía hacer, además de manicuras, eran postres. Así que, sin ninguna otra opción en el panorama, se dispuso a comenzar de cero con la idea de los postres.
Su mamá, le regaló unos utensilios y con ellos comenzó a confeccionar y vender paletas de chocolate y flanes. Una vecina, al verla trabajando en sus postres, le aconsejó que fuera a la Fundación Sila María Calderón y que se inscribiera en el programa de empresarismo, dónde la ayudarían a estructurar su negocio.

Visitó el Centro para Puerto Rico y fue elegida para recibir los adiestramientos. “Ellos me ayudaron muchísimo, porque yo no sabía lo que era montar una mesa para exponer mi producto, cómo dirigirme al público, cómo bregar todo lo que era el branding”, explicó Sepúlveda. Allí tuvo la oportunidad de crear un plan de negocios y registrar el nombre de su negocio, “Anhelomío Horneado con Amor”.

Luego de seis meses, Sepúlveda logró graduarse y obtener su certificado de participación. Si embargo, todavía no tenía un negocio. Enfrentaba serías dificultades; en su mayoría económicas. Es difícil “poder encontrar un sitio idóneo para tener tu establecimiento, porque las rentas están tan altas”, lamentó la empresaria.
Ruth optó por ofrecer su mesa de postres para eventos. Sin embargo, notó que cada vez que alguien la contrataba para una actividad, también contrataba los servicios de un barista. Entonces, decidió comentarle a su hijo: “ Vamos a estudiar barista y crear una estación rodante para poder exponer nuestro producto”.
Al poco tiempo, ambos se habían convertido en baristas y crearon una estación que se desmontara.
“ Yo tenía que hacer algo que se desmontara” explicó la empresaria. Al no tener suficiente dinero para comprar un carretón de arrastre, debía encontrar un modo de acomodar todo el equipo en su camioneta.

Hoy el negocio de Sepúlveda se ha convertido en su segunda razón de vivir. La pasión por su trabajo la mantiene levantándose todas las mañanas para crear cosas nuevas.
Pero, lo que jamas imaginó, era que su hijo, su principal motor de vida, también mostraría interés en su negocio. “Que mi hijo comparta ese propósito conmigo y que me esté acompañado en esta locura de emprender y en este anhelo que yo tengo, es una satisfacción bien grande. Pasamos más tiempo juntos, él ahora mismo está trabajando conmigo en la cocina, haciendo postres”, explicó Sepúlveda.

El concepto “Anhelomío” consiste en estaciones de café y postres rodantes que ofrecen dos servicios en un mismo lugar. “Cuando el cliente se detiene frente a nuestra estación, se remonta a un coffee shop”, ya que en esa estación de seis pies pueden encontrar postres artesanales y café”, explicó la empresaria. “Nosotros tratamos de transmitirle alegría al cliente, ofreciéndole café del país, postres hechos sin preservativos, con ingredientes naturales y sin colorantes”, añadió.

“Dios te va llevando en caminos misteriosos, hasta el lugar donde tienes que estar”. A través de una situación negativa, Ruth Sepúlveda logró encontrar el impulso que necesitaba para crear su negocio, un sueño que pensó nunca se iba a realizar. Ahora sirve de inspiración a otros, ofreciendo charlas de motivación en el mismo centro que la ayudó a convertirse en emprendedora.